Ricardo Hernández Bravo, poeta palmero que ya hemos tenido alguna vez por acá, construye un hermoso libro de poemas desde una frase que le dice su hijo: Papi, no se puede pagar sin aliento. El hijo le pide al padre cierta detención, calma para hacer las cosas, para no ser atropellados por un hacer sin hacer en serio, sin prestar atención ni a lo que hacemos ni a quienes nos rodean, y el padre, poeta, «un hombre que trata de respirar / por los poros del lenguaje» (una de las citas de Rafael Cadenas con las que conversa Ricardo a lo largo del libro) detecta el hallazgo, coge el hilo, lo trenza y lo extiende en una colección de poemas en los que la palabra provoca, precisamente, que el tiempo se detenga, hunda su cuña, palanquee, para abrir el ángulo justo, para ver.

Este libro de Ricardo es de los que suelen pasar desapercibido en las baldas de las librerías que aun cuentan con sección para la poesía: breve, delgado, lomo fino cabría decir. Los que sabemos que la poesía es una sustancia extremadamente escasa y valiosa, prestamos mucha atención a estos libros que tienen vocación de escondidos.Y «Papi no se puede…» es uno de esos tesoros que alegra compartir, algo como «miren lo que tengo». Pues eso, miren, lean, escuchense leyendo los poemas de Ricardo Hernández Bravo. Acá les dejo un par (un par canario, como se suele decir) de muestra.
salta
de no se sabe
el poema
cuando la voz del niño
extrae la suerte
de lo que nos roza al pasar.
...
me dio la tarde el niño
me hizo caer
de mi esperar sentado
como a verlas
de mi dar vueltas
y más vueltas en el sitio
sin hallar gracia
sin timbre que me diga
...
dijo papi
y me hizo chico
de mirar hacia arriba
de perseguir
con mano descuidera
lo puesto en alto
de rendijear
por el ojo de las puertas
y mendigar
de los quicios
calderilla
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