Un rescate. Utilidad de la poesía: Funeral solitario

Esta semana que termina la he pasado en los Países Bajos por motivos laborales. Y el andar bajo el cielo gris y la lluvia constante de la primavera holandesa me trajo a la memoria una entrada de este blog, escrita hace ya bastante tiempo y que, por así decirlo, tenía lugar en ese país: Utilidad de la poesía: Funeral solitario, referente al hecho de que casi la primera utilidad de la poesía es recordarnos nuestra condición humana, de seres comunitarios aún en este lodazal individualista en el que nos quieren anegar. La entrada original está fechada el 22 de mayo de 2010. Lo quiero dejar constar porque ayer, revisándola me encontré con que años más tarde (como seis) la genial revista Yorokobu se hacía eco de la historia que le dio razón de ser, y para una vez que uno se adelanta a algo… oye, no puedes dejar de agitar las plumas de cierto orgullo tontorrón. Sin más disgresiones, acá les dejo mi entrada holandesa de hace, joder, casi catorce años.

Utilidad de la poesía: Funeral solitario.

Una iglesia -la capilla de Santa Bárbara, en Amsterdam- casi vacía. Dos hombres y ante ellos un ataúd, adornado apenas con un modesto ramo de flores. Uno de los hombres se mantiene erguido, en respetuoso silencio, el otro, agachado, garabatea un texto, un poema. Ninguno de ellos conoce al difunto, del que no se conseguido dar con el nombre. Suena una pieza de música clásica hasta el momento en que se hace el silencio. El agachado, entonces, se endereza, y empieza a decir su poema.

Así empieza una historia que me  he encontrado en una de estas benditas casualidades. Les cuento, tengo por costumbre bajarme podcasts de la BBC, para mantener el oído del inglés más o menos en forma. Suelen ser buenos programas: documentales, resúmenes de noticias… todo bajado un tanto aleatoriamente. Y así me encontré escuchando esta historia conmovedora de un modo particular. «El funeral  solitario», «The lonely funeral» , es un documental producido por Radio Netherlands Worldwide, que cuenta la historia de una ceremonia que se repite unas cuantas veces al año en Amsterdam.

En Amsterdam mueren todos los años entre quince y veinte personas solas. Solas en el sentido de que nadie se hace cargo de su entierro, ni se percata de su desaparición. Solas en sentido absoluto, pues. «Muchos creen que esto le pasa sobre todo a gente pobre», dice el Sr. Frits, una de las dos personas de que hablaba antes, empleado municipal,  «pero hay de todo: ricos, criminales, drogadictos, niños pequeños…» El ayuntamiento de Amsterdam, en esos casos,  se encarga de los gastos del entierro,  de comprar un ramo de flores y ordenar la ejecución de tres piezas de música clásica en un breve funeral en alguna capilla disponible. El funcionario encargado de que esto se lleve a cabo es el Sr. Frits. Al principio, nadie asistía a estas tristes ceremonias, pero un día al Sr. Frits, le pareció que eso no era suficiente, que en ese acto de despedida debería estar alguien en representación de la comunidad para decir adios a los tan solos.  Y a la tarea de tramitar el funeral,  añadió él, de motu propio, la de estar ahí, en respetuoso silencio.

El poeta aparece más tarde, se llama Frank Starik;  al descubrir esta costumbre  piensa que ha encontrado una manera de que su poesía sea útil a su ciudad. Contacta con el Sr. Frits, que no lo ve nada claro, pero insiste hasta que le convence. En cada ceremonia, el poeta dirá un poema en memoria de la persona sola.

La relación entre Frits Starik el poeta, es ahora buena y amistosa, pero el Sr. Frits no olvida cual es su papel, y el respeto que merece la persona difunta, así que apenas da datos a Starik sobre ésta. No le parece bien que si esa persona tuvo diez hijos y ninguno acudió a su funeral, o si aquella murió borracha, eso deba ser material para que alguien poetice. Pero esto no molesta al poeta, que valora la rectitud con que el empleado público se preocupa por la dignidad última de esos solos muertos de su ciudad.

Así que con las pocas piezas que consigue, construye un poema, distinto cada vez. En el funeral de hoy no se ha conseguido saber el nombre del difunto, Starik recita:

Adios extraño
te digo adios
en el camino a ninguna parte
al país final
donde todos somos
bienvenidos a entrar
donde nada necesita conocer
tu origen

Hasta pronto señor sin papeles
sin identidad

qué estabas buscando
cuanto has perdido
en el camino
que ascendiendo espera
a través de la ventana vacía

hombre sin nombre
espera mientras hablo
y confío mis palabras vacías
a esta vacía estancia

llego tarde
tú, nunca lo sabré,
que escuchas las voces
llamándote
a la casa común
a tu refugio final
Amsterdam.

Esta es en resumen la historia que cuenta el documental. Si se manejan en inglés no dejen de escucharlo. Es posible que a alguien, en los tiempos que corren, le parezca un desperdicio de tiempo y dinero público todo esto. A mí me parece un acto de civilización extrema y me quito el sombrero con la ciudad de Amsterdan, el Sr. Frits y el Sr. Starik. Porque la ceremonia tiene un sentido que no puede pasársenos por alto: que toda muerte importa, que toda persona importa, hasta aquellas que por cualquier motivo mueren solas. Cuando nos olvidamos de esto, cuando cosificamos a los demás, o los empaquetamos bajo etiquetas despreciativas, estamos dando el primer paso para la matanza. Cuando alguien llama «perros» a sus oponentes (o «hienas», como acaba de hacer un político español), está deshumanizando al enemigo, y el siglo XX y lo que llevamos del XXI nos han dejado claras enseñanzas sobre cómo acaba la cosificación, la deshumanización del contrario, del opuesto, o a veces, de quien simplemente es diferente. Frits, Starik, y el ayuntamiento de Amsterdam nos dicen que toda vida humana es respetable. Nada más útil.

NOTA: Sobre la traducción del poema, comentar que está hecha a golpe de escucha, así que puede contener fallos graves…pero asumo el riesgo. No sean muy crueles…

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