Tres poemas del Museo de la Intemperie (II)

Nos podrán decir, y hay que aceptarlo, que en Cartonera Island editamos de a poquito, es lo que tiene la artesanía intrusa, pero todo lo que publicamos es caviar. Museo de la Intemperie (II) de Javier Gil Marín, es uno de los dos platitos de muy alta gama que acabamos de publicar. Javier Gil es un jiribilla, un alma inquieta que, entre otros proyectos sostiene la Cartonera del Escorpión azul, mientras desarrolla su propio trabajo poético del que ya he hablado acá en otras ocasiones. Museo de la Intemperie (II) en su brevedad, tiene tres partes que responden a planteamientos distintos, siempre desde la posición de Gil, que, como dije hablando de sus «Poemas de la bancarrota«, apunta «directo a las fracturas, a las grietas a veces invisibles, desde el conocimiento de que la interlocución es imposible». Sus poemas son señales de atención, apuntando a las zonas de peligro que nos rodean personal y colectivamente. La, denominada «sala 1: Intemperies» responden a ese intento de delimitar y preservar la extrañeza que nos rodea, rescatarla de descuido con el que solemos transitar. La «sala 2: Señales de ruta» tienen interlocutorES inmediatos, sus hijos, y el patético esfuerzo de cualquier padre por apartar a sus criaturas del dolor en el que consiste, en una inevitable parte, vivir. La sala tercera «Musarañas» opera desde el humor y la duda.

Y acá, siguiendo con la metáfora culinaria, les dejo tres poemas, a modo de mínimo menú degustación, si se les abre el apetito, acá hay más.

OLA DE CALOR (ELEGÍA)

En este poema, tumbado, yace un pájaro.
Como un verso, tumbado, su cadaver,
que vivió, viajó, y ya no pudo más, le faltó agua.
Ahora está tumbado en este poema.
Y amó, y habitó una casa, un nido, 
voló por las colinas y los valles,
y ahora yace aquí, en este poema,
tumbado como un verso.
Le hemos hecho un hueco entre las líneas
a sus leves huesos y a sus plumas
para que tengan dónde descansar por fin.
Y entre nosotros, en este porma, un pájaro, su cadaver.
Tumbado como un verso.

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PRIMER TERRITORIO

niño come llorando
llora comiendo niño
en animal concierto
BLANCA VARELA

Labios que no has usado para besar,
pequeños pies con los que no has caminado todavía,
ojos con los que ves sólo a un palmo de tu rostro,
manos que aún no sabes que son tuyas; 
apenas solo
llanto, y hambre y sueño,
y alguna sonrisa furtiva;
pero ahora llega la vifa,
hermoso Guille,
y los besos vendrán, y tus pasos,
y esos ojos verán al final del horizonte,
y sabrás de tus manos, y sabrás manejarlas,
pero no olvides, mi niño,
que llanto, hambre y sueño
fueron tu primer territorio.

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MUSARAÑA 3

En un mundo sin épica, la épica última es el dolor personal, que siempre acaba llegando.


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