Poesía resiliente

La palabra «resiliencia» se ha puesto de moda y se oye en diferentes ámbitos, para no volvernos locos, aquí va una microdefinición concentrando la que realizan mis amigos indianos: resiliencia: resistencia ágil. O de otra manera: resistencia del agua, distinta a la de la roca. (Be water my friend, que dijo aquel…).

Mis amigos indianos aplican el concepto de resiliencia en particular a las redes sociales, y por eso mismo he preferido traer aquí su definición frente a otras, para hablar de la poesía, o mejor dicho, de la manera en que la poesía, los poetas, tratan de hacerse presentes en los últimos tiempos.

Todo esto viene a cuenta de un artículo en el diario El País, que, a su vez, parece derivar de la recepción de un puñado de antologías de poesía española joven recién publicadas, entre las que no podía faltar la obligatoria villeniada. Léanlo y saquen sus propias conclusiones.

Y de algún modo, que trataré de que no parezca muy absurdo, enlaza con lo que aquí comenta David de Ugarte, sobre la renuncia de Suso de Toro a la escritura «profesional». Vamos allá.

Posiblemente cualquiera del gremio podría estar de acuerdo con esta frase atribuida a de Villena en el artículo de referencia: ««Pero no nos engañemos, y citando a Octavio Paz, la poesía sigue siendo un rito de las catacumbas. Quizá muchos poetas han aceptado el territorio de las minorías y no les importa ser sólo leídos por unos pocos fervorosos, pero la realidad de la poesía es precaria y terrible en una sociedad que ha impuesto los valores de mercado sobre los de la cultura. Este es un país singular en el que se produce mucha cultura y se consume muy poca y la poesía la leen cuatro gatos y para ser publicada está condenada a las antologías y los premios».

Y, sí, así lleva siendo desde hace mucho tiempo, y así le gusta a algunos, por otra parte, que han conseguido las llaves de las antologías y los jurados. Por eso, tal vez, noto cierto estupor ante el brote de escrituras y de actividades públicas relacionadas con la poesía puestas en marcha por autores y otras gentes que no se resignan al modelo descrito y que levantan alternativas propias, frágiles, pequeñitas, pobres ellas, utilizando Internet como medio y espacio para desarrollarse, entre otros. De algún modo, la poesía (pequeños editores, poetas, lectores, amigos, etc…) se ha convertido en una dinámica red social, con sus nodos de referencia y un mar de flores, o una enredadera, si se prefiere, de iniciativas, de las que va surgiendo, a pesar, o, perdón, gracias a un cierto y bendito amateurismo, un nuevo tejido editorial y una comunidad lectora. Una red social pequeña,una comunidad minúscula si se la compara con cualquier agrupación de peñas futboleras o de fans de la Fórmula 1 y otras formas absurdas de perder el tiempo… pero que va extendiendo sus hilos por la geografía digital y física.

¿Una red resiliente, capaz de adaptarse a las presiones del exterior: económicas, materiales, prebendas apetitosas, etc? Habrá que irlo viendo, pero, por ahora, esa comunidad de poetas-lectores-poetas-lectores va agotando pequeñas tiradas, llenando reducidos locales, alimentando conversaciones distribuidas, va dando a quienes escriben poesía la sensación de que, efectivamente, hay alguien ahí afuera, poquitos y poquitas, pero alguien hay. El/la poeta va sabiendo que existe una cierta comunidad lectora/opinadora/reelaboradora alrededor de la poesía, que no está solo (o muy solo).

Evidentemente, esto no da para comer ( o para comer «bien»), pero es que la actividad vinculada a la poesía lleva sin dar de comer desde mediados del siglo XIX o más atrás. No ha habido best sellers en poesía, salvo en términos acumulativos en el tiempo. Los versos del Capitán de Neruda, salieron en Roma en una tirada de uno 500 ejemplares y bajo seudónimo, un número similar correspondió a la primera tirada de Azul-Prosas profanas de Rubén Darío, Antonio Machado no dejó sus clases en el instituto para vivir de sus derechos de autor, ni Gil de Biedma su puesto en aquella tabacalera, y Gloria Fuertes desarrolló una potente escritura poética «adulta», mientras trataba de sobrevivir con la sobreexplotación de sus versos para niños…y tantos otros ejemplos se me vienen a la cabeza, así que esto no es ninguna novedad, vamos a dejarnos de chorradas. ¿Debemos valorar una obra poética en función de sus ejemplares vendidos o del nivel de vida adquirido por el poeta gracias a sus poemas? No parece, creo.

Resistencia ágil, desde bases frágiles, cañizos que se quiebran pero que son sustituidas por brotes nuevos, tal puede ser el mapa de la poesía española joven en tiempos de redes. Muchas ganas de echarle una leída a Poesía española última: posmodernidad, humanismo y redes, de Martín Rodríguez-Gaona.

Y ahora, aquí va la cambiada al texto de David ¿El fin del autor?, escrito a cuenta del anuncio de Suso de Toro de que deja la escritura profesional. Tengo la sensación de que en su enredadera, acostumbrada a la pobreza humilde, la poesía resiste, pero que la figura del escritor-conciencia-de-su-sociedad, lo que antes llamábamos «intelectual», ve cómo se le siega la hierba bajo los pies, que tiene que compartir espacios que resultaban sacrosantos con los literatura pulp de consumo, que, además, exige reconocimiento como «alta cultura», y que tiene la sensación de escribir ante una vociferante masa de opinadores que ya no guarda silencio atento al autor. Muy duro: «El autor hasta ahora se mostraba expuesto a una multitud anónima pero silenciosa que recibía su trabajo. Ahora esa multitud habla, opina. En ese runrún de voces hay voces que construyen y otras que destruyen, que linchan. Incluso le discuten al autor que tenga derechos sobre su propia obra.». Fuera de las librerías a empujones de bestsellers, autoayudas, libros de recetas de cocina y trucos inaflibles para volver a tu pareja loca en la cama…cada vez más fuera de los suplementos literarios, que van adquiriendo un sospechoso parecido con los catálogos que publican las propias editoriales… no encuentran asiento tampoco en la Red, donde todo el mundo habla…lo que llama de Toro «El espacio homogeneo de la Red».

Pero es que la Red es cualquier cosa menos un espacio homogéneo, se ve así «desde arriba», lo cual ya es una toma de posición; la Red es tremendamente heterogénea y es muy probable que la experiencia que yo tengo en Internet sea radicalmente distinta de la que tiene la persona de al lado. Aquel lee, el otro ve vídeos chorras, el de más allá sólo entra en la prensa digital y aquel otro no sale de los blogs de sus amigos. Y hasta ahora, esta heterogeneidad ha soportado todos los intentos de uniformización en forma de rankings, meneames, facebooks, etc. En la Red no es que no exista el autor, como dice Suso, y que me perdone las confianzas, lo que no existe es esa otra famosa abstracción llama «el público».

Y tal vez al autor de narrativa que no quiera escribir novelas sobre misterios templarios y/o masónicos, conspiraciones esotéricas o blandenguerías varias, deba pensar en ir buscando o construyendo su propia comunidad, renunciando a «el público» abstracto, para buscar a «sus iguales» tal vez no en la escritura (no hay «iguales» en la escritura), pero sí en la lectura, en cuanto comunidad de intereses. Recuerdo que antes se distinguía entre literatura mainstream (la «seria») y la literatura de género, alimentada por grupos de activos fans (El caso más paradigmático es el fandom, surgido alrededor de la ciencia ficción). La literatura «seria», era merecedora de los textos estudiantiles, de las críticas literarias, de la atención de los medios genéricos y de la del lector «medio». Pues tal vez ahora esa escritura con vocación de transcendencia más allá de lo estrictamente comercial sea un asunto de minorías, y si es así, como creo, más vale que vayan poco a poco construyendo su comunidad, y la Red puede que sea la solución para eso, no el problema.

7 respuestas a “Poesía resiliente

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  1. En relación al vínculo entre literatura e internet, con el tiempo, tiendo a ubicarme en una posición intermedia entre tu visión más «integrada» (o «enredada») y la de Suso, más «apocalíptica» (o «desintegrada»). Pero siempre es un gusto acompañar tu pensamiento (y seguir tus referencias) desde aquí, que más no sea como «participante» (puesto en algún escalón de la pirámide de David). Va este comentario con mi saludo.

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  2. … y, bueno, no sé si mi visión es muy integrada (enredada sí que sí, creo) lo que sí creo es que la Red, con sus aspectos positivos(y negativos, que aún pueden volverse más, si no estamos vigilantes) está aquí para quedarse, igual que se quedaron en su día la maquinaria industrial, o la televisión… Creo que mientas esta última «integraba» (todo el mundo viendo lo mismo al mismo tiempo, y eso sigue siendo así a pesar de los miles de canales existentes, porque en prácticamente todo siguen dando lo mismo, con diferentes sabores), la Red «desintegra» en el sentido de que hace que surjan comunidades de intereses no (demasiado) condicionadas por la geografía.(La geografía siempre ha sido un drama para los isleños, lejos de cualquier centro) Tengo la sospecha que todo lo que no sea «público» en el sentido más vácuo del término, irá tendiendo a ser «comunidades» en un sentido que no deja de tener su propio vaciamiento, por otra parte, salvo quer se haga el esfuerzo «físico» de encarnarlas.

    Es un placer encontrarse contigo aquí o donde sea. A ver si en una de estás… en Montevideo o por acá.

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