Siempre Forugh

Allá por 2006 descubrí, gracias a la conversación con otro blogero, la imponente presencia, la poderosa voz de Forugh Farrojzad, y me embarqué en la traducción de Sólo el sonido permanece (desde una versión en inglés, siento decepcionar, pero no sé farsi, no hablo persa), un poema al que de vez en cuando no puedo dejar de volver, como a esas fotos que quedan de los primeros encuentros, que emiten esa vibración tan indefinible y especial. Más tarde descubrí que ya había un libro en castellano de poemas de Forugh, editado en 2004 por esa editorial clave que es Ediciones del Oriente y del Mediterraneo: Nuevo nacimiento, en el que Clara Janés asume la traducción y la presentación de la autora ante el público de lengua castellana. Después ha salido alguna publicación más reciente, pero déjenme quedarme con aquella vibracion de la que les hablaba: la de los primeros encuentros que no se olvidan.

Hoy les voy a dejar con dos poemas de Forugh Farrojzad, de Nuevo nacimiento, en sus versiones de Clara Janés, para eso, para recordar, no olvidar que en su país natal se sigue persiguiendo a las y los jóvenes por cosas tan simplonas como bailar o mostrar, en el caso de ellas, un mechón de sus cabellos; que la lucha contra el régimen clerical continua, aunque haya acabado saliendo de las «primeras pantallas» de nuestros medios de comunicación. Ya lo he comentado en alguna otra ocasión: el día en que ese siniestro gobierno caiga, el día en que los sacerdotes saquen sus sucias manos de la vida de la gente, me echaré a bailar, aunque sea solo en mi casa, con las iraníes, con los iraníes.

SE NOS LLEVARÁ EL VIENTO

En mi pequeña noche ¡ay!
el viento tiene una cita con las hojas de los árboles
En mi pequeña noche amenza la ruina.

¡Escucha!
¿Oyes el paso silbante de la oscuridad?
Yo lo miro con ojos ajenos a esta dicha
apegada estoy a mi desesperanza

¡Escucha!
¿Oyes el paso silbante de la oscuridad?
Algo cruza la noche
la luna está roja y agitada
y sobre este techo que a cada instante amenaza a derrumbarse
las nubes como masas enlutadas
parecen esperar el instante de lluvia


PECADO

He pecado y era un pecado lleno de placer
junto a un cuerpo tembloroso y desmayadoç
Dios, no sé que he hecho
en aquel lugar privado, oscuro y silencioso

En aquel lugar privado, oscuro y silencioso
me fijé en sus ojos llenos de secretos
En mi pecho ansiante temblaba el corazónç
por la pasión de sus ansiantes ojos

En aquel lugar privado, oscuro y silencioso
me senté junto a él desconcertada
sus labios vertieron en los míos el deseo
me libré de la tristeza del corazón desbocado

Murmuré en su oído la historia del amor...
Te deseo oh alma mía
Te deseo abrazo que das vida
a ti, mi loco amante

El deseo estalló en llamas en sus ojos
El vino tinto bailó en la copa
Mi cuerpo en el suave lecho
sobre su pecho tembló ebrio

He pecado y era un pecado lleno de placer
en un abrazo caricioso y ardiente
He pecado entre unos brazos
cálidos, rencorosos y de hierro

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