A veces te acercas a poetas que tuvieron un fuerte impacto en tus lecturas de adolescencia y juventud, y te llevas chascos, porque no te reconoces en el joven que se encandiló con tales o cuales poemas o con tal o cual autor, y ahora, con una mirada más entrenada, descubres la tramoya o la simpleza que confundiste con alarde. A ti no te quedó más remedio que crecer y aquellos poemas que en aquel momento te impactaron no crecieron contigo porque no tenían, tal vez, mucho por donde hacerlo, ni hacia adentro ni hacia otro lugar: se agotaban en su texto y en la lectura adolescente del texto. En estos días he vuelto a un viejo libro de poemas de Idea Vilariño (viejo como del año 72), con una mirada bastante más curtida (ay) que la que les echó el primer vistazo y se los llevó a casa. Y la resisten, vaya que sí. Los poemas relampagueantes de Vilariño, poemas que desarman como letras de tango concentradas en el puñado de versos estrictamente necesario, devuelven la mirada, y te vuelves a sentir atravesado. Creo que, extrañamente, pensando en las tendencias dominantes en los últimos años, se reivindica poco a Idea Vilariño.
ESTOY AQUÍ Estoy aquí en el mundo en un lugar del mundo. esperando esperando. Ven o no vengas yo me estoy aquí esperando. PUEDE SER Puede ser que si vieras Hiroshima digo Hiroshima mon amour si vieras si sufrieras dos horas como un perro si vieras como puede doler doler quemar retorcer como ese hierro el alma desprender para siempre la alegría como piel calcinada y vieras que no obstante es posible seguir vivir estar sin que se noten llagas quiero decir entonces puede ser que creyeras puede ser que sufrieras comprendieras. TANGO Yo vengo por la calle compro pan entro en casa hay niebla y vengo triste tu amor es una ausencia tu amor digo mi amor amor que quedó en nada. Subo las escaleras repasando esa historia y me quedo en lo oscuro tras de la puerta amarga pensando no pensando en tu amor en tu vida en la soledad que es única certidumbre.
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