Esta es una cosa de esas por las que me da a veces. La cruzada de los niños es un hecho/leyenda medieval, relacionado con el ciclo de las Cruzadas. Recuerdo cómo me impactó, siendo yo un crío, en mi primera lectura sobre las invasiones europeas de Oriente Medio. Más tarde fui encontrándome con diferentes interpretaciones de esta historia, que tal vez no respondiera totalmente a la realidad, pero debía, de algún modo, estar «basada en hechos reales» que quedaron por siglos en la memoria de las gentes, y ha alimentado novelas, poemas, etc. Se entremezcla con otras, crece y vive.

Unos años más tarde, empezando con mis lecturas más o menos serias sobre poesía, me encontré con este libro:

que en su momento leí y releí. En él se recoge el poema «La Cruzada de los Niños«, donde Bretch recupera la historia/leyenda y la adapta a su realidad inmediata: el inicio de la II Guerra Mundial, con la invasión de Polonia. El poema formaba parte de sus «Historias de Calendario», de 1939. Un grupo de cincuenta y tantos niños cruza la Polonia devastada por la guerra. Este poema lo convierte en canción Adolfo Celdrán, tirando de la versión en castellano que aparece en este libro, obra de Jesús López Pacheco sobre la traducción directa del alemán de Vicente Romero.
Entiendo que esta versión es fiel al original alemán, salvo en una cosa no de menor cuantía: el ritmo. El texto original en alemán funciona en cuartetos rimados y en versos entre ocho y nueve sílabas (el original, acá), lo que no sucede con la traducción en «Poemas y canciones» y el esfuerzo por volverla canción de Celdrán, se ve lastrada por esto.
Buscando información, me he encontrado conque Benjamin Britten, en 1968, llevó a cabo la Balada para voces blancas, dos pianos, órgano y percusión Children’s Crusade, Op. 82 [Der Kinderkreuzzug] En este enlace pueden encontrar la versión alemana del texto, y otras dos en inglés e italiano y la interpretación de la obra.
Bueno, se me ocurrió pensar que a esta balada, si se quiere que lo sea en castellano, lo que le va es una versión romanceada (con sus buenos octosílabos y alguna licencia) y he estado trasteando sobre esto, usando como base la versión de López Pacheco & Vicente Romano, añadiendo una apostilla desde 2021 en décima. Por supuesto, esta versión, en la parte que a mí me toca, queda bajo dominio público, y si alguien quiere usarla para musicarla u otra cosa, puede hacerlo libremente, citando la fuente, claro está.
Así que, sin más preámbulo, acá tienen mi versión «romanciada» de La Balada de los niños, de Bertolt Brecht, + una apostilla desde 2021. Espero que les guste.
Polonia año 39 una batalla sangrienta convirtió en polvo y ruinas las ciudades, las aldeas. Perdió la hermana al hermano, la esposa a su amor soldado, y entre el fuego y los escombros hay niños abandonados. De Polonia no llegaban ni noticias ni mensajes pero una historia cruzaba las fronteras devastadas. La escuché en una ciudad, mientras contaban, nevaba, de unos niños que en Polonia partieron a una cruzada. Por los caminos, con hambre, los chiquillos avanzaban, otros se les van uniendo de las aldeas bombardeadas. De la batalla escapar, sin pesadillas soñar, para llegar algún día a alguna tierra de paz. Surgió un líder entre ellos, algo de organización, pero ignoraba el camino, su mayor preocupación. Con once años una nena de un bebé hacía de mamá, como madre todo daba menos un lugar en paz. Marcha un pequeño judío su ropa es de calidad, a buenas comidas hecho, no se quejaba jamás. Se sumaron dos hermanos, ambos buenos estrategas para ocupar los chamizos que los campesinos dejan. Hay un niño muy delgado, paliducho y siempre aparte, venir de una casa nazi es una seña culpable. Y un niño músico había tras encontrar un tambor. Hacer bulla es peligroso y el músico se aguantó. Y hasta un perro se llevaron, que se lo iban a almorzar, pero nunca se atrevieron, ahora es una boca más. Una escuelita fundaron con maestrito elemental enseñando a escribir “paz” en un tanque destrozado. Y, por fin, hubo un concierto de tambor junto a un barranco pero el ruido del torrente no les dejaba escucharlo. Hubo hasta historia de amor, quince el galán, ella doce. En una choza olvidada ella el pelo le peinaba. Pero la llama de amor contra el frío nada pudo. ¿Cómo pueden crecer brotes bajo un invierno tan crudo? Hubo incluso una batalla cuando a otro grupo encontraron pero viendo que era absurdo los combates terminaron. En lo duro de la lucha por un minúsculo techo una parte contendiente se quedó sin alimentos. La otra parte al descubrirlo un saco papas mandó que con la tripa vacía combatir es un horror. A la luz de dos velitas un juicio se celebró y tras mucho debatir al juez se le condenó. También tuvieron entierro del niño tan bien vestido. Alemanes y polacos enterraron su cuerpito. …………………………………………………………………………………………………………… Había fe, había esperanza, pero ni carne ni pan y si alguna vez robaron ¿a quién habría que culpar? Al pobre no, que a su mesa no los podía sentar, para unos cincuenta niños hace falta mucho pan. Si fuesen dos, tres apenas, les podría atender cualquiera pero a niños en tropel todas las puertas se cierran. En una hacienda destruida algo de harina encontraron, siete horas cociendo pan una niña de once años. Amasaron bien la masa, pusieron un fuego a arder, pero el pan no subió nada ninguno lo sabía hacer. Siguiendo al sol caminaron, buscan la ruta hacia el sur, el sur donde el mediodía brilla con toda su luz. Encontraron a un soldado medio muerto en un pinar. Siete días lo cuidaron: “este nos podrá orientar”. “A Bilgoray aquel dijo entre su fiebre final, tras un día y una noche lo tuvieron que enterrar. Las señales que encontraban apenas se podían vez, no apuntaban a destino sino puestas del revés. No se trata de una broma, estrategia militar, Bilgoray, la que buscaban, jamás la van a encontrar. Reunidos en asamblea pensando hacia donde ir, miró al horizonte el líder: “habrá de ser por allí”. Vieron una noche fuego, decidieron no parar. Muy cerca pasaron tanques hacia el combate marchar. Una ciudad no muy lejos al fin fueron a encontrar pero en la noche perdieron el camino para entrar. Por lo que un día fue Polonia bajo un temporal de nieve de los cincuenta menores las noticias se nos pierden. Yo con mis ojos cerrados por tierras bombardeadas. los veo caminar perdidos de una casa a otra en ruinas. Sobre ellos, entre las nubes, contra el viento y la tormenta veo avanzando caravanas sin patria, casa ni meta. Buscan una tierra en paz donde no truenen cañones, un lugar distinto al suyo, avanzando en procesiones. Al anochecer sus caras no me parecen iguales, son rostros de otros pequeños españoles, franceses, orientales… En aquellos días de enero encontraron en Polonia un chucho destartalado con un cartelito al cuello. “Ayudennos, por favor, hemos perdido el camino, Este perro les guiará, somos cincuenta y cinco. Si no pudieran venir déjenlo continuar. No le maten, sólo él conoce este lugar.” Era una letra de niño, campesinos la leyeron. Año y medio de eso hizo cuando lo vieron de hambre muerto un perro. (De Historias del Calendario 1939) Apostilla 2021 Hace unos 80 años Bertolt Brecht nos relataba cómo Europa atravesaba una columna de niños. Los frutos de tanto daño, de la guerra y sus condenas del hambre y de sus cadenas atraviesan continentes, pero en el tiempo presente no son niños, sino menas. De niños nuevas cruzadas, bloqueadas las fronteras, el confinamiento espera detrás de las alambradas. “Familias desesperadas de Siria o Afganistán, mejor queden donde están, En Europa no se cabe, el déficit nada sabe, de hambre de justicia o pan.” Así la triste leyenda medieval sigue con vida, plena de infancias perdidas caminando hacia la nada, dreamers, menas, olvidada presencia de niños solos, se aplican los protocolos: delincuentes por defecto carnaza para los lobos, los expiatorios perfectos. La historia tiempo tendrá de juzgar nuestras miserias y no nos absolverá.