Concisión, concentración expresiva, simultanea ligereza y profundidad. Todo eso en poemas de tres, cinco versos de arte menor, al menos en las versiones que llegaban traducidas al inglés, al francés, al español o al portugués, fue lo que fascinó a buena parte de los poetas occidentales que descubrieron la poesía japonesa, el haiku, el tanka, a principios del siglo XX, fascinación, tal vez más cargada a estas alturas de conocimiento, que todavía se mantiene. Todos esos atributos mencionados pueden encontrarse en las coplas o en ciertas coplas, las coplas flamencas: cuartetas, seguidillas, trísticos. Cuatro, tres versos, no más de siete: concisión, concentración expresiva, simultanea ligereza y profundidad, armazón verbal aparentemente simple sobre el que se construye algo muy complejo: el cante.
La relación entre estrofas de uso popular y las de, digamos corte culto, es algo en lo que las y los poetas andaluces llevan rascando desde ni se sabe, como muy mínimo desde el padre de los Machado. No es el único territorio donde esto sucede; la relación de grandes poetas latinoamericanos con las décimas, los ritmos verbales africanos o las payadas está más que a la vista. Creo que el momento en que más se incidió por parte de poetas de la digamos «tradición culta» en investigar el potencial de la expresividad popular y experimentar con ella coincide -curiosamente o tal vez no tanto- con la eclosión de las vanguardias históricas, al menos en los territorios de poesía en habla hispana (Nicolás Guillén, Borges, Lorca, Alberti, por mencionar los que se vienen de primer golpe).
Después tengo la sensación de que los procesos de uniformización cultural globales bajo la influencia de la o las culturas dominantes anglosajonas, han ido, en muchas partes, generando una desconexión entre la poesía como arte moderno y las rimas populares, que pasaron a encuadrar lo que dimos en llamar folklore: algo que cuidar y guardar para que no terminara de desaparecer, pero con muy poco que ver con nuestra vida cotidiana, como cuando te pones el traje típico para la romería, pero en la vida se te ocurriría vestirlo para ir a trabajar a la oficina, a la fábrica o al comercio. Todo esto mientras absorbíamos a tragos jazz, rock and roll, country, hip hop, etc… que no dejan de ser cultura popular, folklore norteamericano electrificado, adaptado a las grandes ciudades. Sólo territorios con unas potentes raíces han sido capaces de generar bienes culturales de dimensión global, capaces de sobrevivir y competir con aquellos. A la cabeza se me viene Brasil, los ritmos afrocaribeños, el tango, la eclosión de la música africana postcolonial, Bollywood, el manga / anime japonés, el cómic europeo… el flamenco y lo que llamamos despectivamente a veces «flamenquito», que, perdonen ustedes posiblemente sea la única música pop de origen europeo que siga vendiendo discos y descargas por sí solo. Lo demás, me temo, sobrevive gracias a la loable voluntad de los distintos departamentos, ministerios, consejerías de Cultura, y de poquita gente heroica.
Ay que me pierdo. Todo esto era para decir que uno de los pocos rincones donde las y los poetas siguen mirando, investigando la poesía popular de sus territorios es Andalucía, para con esos mimbres «tan de pueblo» que dirían algunos, construir brillante poesía moderna, aquella que no se pierde en la retórica, esa que, nos recuerda Valente, decía Juan de Jáuregui era / es :“furor de palabras o sonido estupendo”, aquella que con criterio ecológico, con poco dice mucho. Y, como dice el título de esta entrada, coplas traigo.
Porque esta semana he disfrutado como un crío con dos libros de la misma colección ( Vivezas) de la misma editorial (Libros de la Herida): Coplas de nadie, de Francisco Díaz Velázquez, y Deslengua, de Carmen Camacho. Lo que en la «Casapuerta» de su libro nos cuenta Carmen, es válido para ambos textos: No son literatura, son oralidad: lengua viva que dice y se dice. A mí de verdad que no se me ocurre decir nada mejor que lo que Carmen deja dicho:
«La voz popular contonea con compleja sencillez lo invisible, lo real, lo que no tuvo ni tiene nombre ni sitio en este mundo. Es por eso que en ella se me antoja escuchar, claro y oscuro, a las mujeres, a la chiquillería y a los despojados. A una misma y a usted también, cuando dejamos de ser y nos dejamos estar. Y decir o cantar».
Versos de Francisco Díaz Velázquez han sido cantados por Camarón en La Leyenda del tiempo. No se me ocurre honor más alto (mucho, mucho más que cualquier laureate o similar), de verdad que no. Carmen Camacho, además de una extensa producción poética, es la autora/recolectora de un libro imprescindible: Fuegos de palabras, una antología del aforismo poético en castellano, y afilada aforista (cuanta efe, disculpen) ella misma, parece encontrar en la estructura coplera encaje feliz para su manera concisa y aguda de desvelar aquello que se oculta tras eso que llamamos realidad, su dureza, sus contradicciones, su belleza. Vuelvo a su «Casapuerta» porque los aforismos le salen solos, como coplas, con la misma naturalidad que a los demás nos salen, no sé, toses: «la lengua viva, más aún que tradición, es vanguardia cotidiana».
Y acá les van unos cuantos botones de muestra de uno y otro libro. Sólo les digo una cosa: Internet existe, y el correo, no hay excusas.

Cinco Coplas de nadie, de Francisco Díaz Velázquez Noche cerrada. en el lejano arroyo cantan las ranas. ... En el arroyo del tiempo, un pececillo de plata salta y relumbra un momento. ... Se encerró en su casa. Dicen que ese fue el viaje más largo que hizo Gulliver. ... Tres sitios hay en el mundo que yo no quiero pisar: las cárceles, los cuarteles primita, y el hospital. ... Nadie puede ser de nadie: eso es como querer hacerse dueño del aire

Cinco Deslenguas de Carmen Camacho Jaicu gitano, cuando la flor de loto es de naranjo ... SEGUNDA MANO Amantes siguientes, como hijos menores, heredan la ropa de los anteriores. ... Que me cantaras sería menester de juglaría (que es que de amor yo sólo escucho en arte menor). ... SINO AL QUE ANDUVO EN LA MAR (ÚLTIMO AVISO) Que por el Puente Triana que por la Acera del Darro pasan las venus de oro, los jesucristos de barro. ... Por darle un giro a mi vida le di al vuelta al colchón la noche de tu partida.
Que bien se explica usted, Don Daniel
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