Hay un poema de Jaime Gil de Biedma que, si bien se ubica en el otoño, parece escrito para este extraño verano que acumula barruntos de desastres por venir o ya viniendo. La capacidad evocadora de la poesía es la que permite que a veces haya poemas que funcionen como profecías, más allá del tiempo para el que fueron pensados. Como esta “Noche triste de octubre”:
NOCHE TRISTE DE OCTUBRE Definitivamente parece confirmarse que este invierno que viene, será duro. Adelantaron las lluvias, y el Gobierno, reunido en consejo de ministros, no se sabe si estudia a estas horas el subsidio de paro o el derecho al despido, o si sencillamente, aislado en un océano, se limita a esperar que la tormenta pase y llegue el día, el día en que, por fin, las cosas dejen de venir mal dadas. En la noche de octubre, mientras leo entre líneas el periódico, me he parado a escuchar el latido del silencio en mi cuarto, las conversaciones de los vecinos acostándose, todos esos rumores que recobran de pronto una vida y un significado propio, misterioso. Y he pensado en los miles de seres humanos, hombres y mujeres que en este mismo instante, con el primer escalofrío, han vuelto a preguntarse por sus preocupaciones, por su fatiga anticipada, por su ansiedad para este invierno, mientras que afuera llueve. Por todo el litoral de Cataluña llueve con verdadera crueldad, con humo y nubes bajas, ennegreciendo muros, goteando fábricas, filtrándose en los talleres mal iluminados. Y el agua arrastra hacia la mar semillas incipientes, mezcladas en el barro, árboles, zapatos cojos, utensilios abandonados y revuelto todo con las primeras Letras protestadas. Jaime Gil de Biedma (España, 1929-1990)
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