Una de las cosas buenas que tienen la poesía es que, en estos tiempos de inflación e inflamación verbal, de trilogías, pentalogías , pantagruélicas y desbordantes antologías, a veces das con un pequeño libro de poemas, que apenas hace bulto en un bolsillo, y, zas, hay un poema que te deja frito. Esto me pasó con este, de Bea Aragón, que ya compartí en este blog, con el qué di antes que con el libro al que pertenece, El discurso del barro, y que me dejó esperando tenerlo en mis manos. Y cuando lo tengo, me encuentro en ese librito delgado, discreto como un suspiro, nada menos que una nueva genealogía humana. A esto me sabe el breve pero denso e intenso libro de poemas de Bea Aragón. Arrancando de una reescritura radical ( o una enmienda a la totalidad) del Libro del Génesis, centrada en Eva, madre de todas sus hijas, que no son hermanas, como señala el poema que antes enlacé, sino las fuentes de las que brota, contradictorio y multifacético, el ser humano, no de la costilla reseca de un Adán al que no se le conoce descendencia directa. Esta Eva, nos canta Bea Aragón, “(…) creó la mujer / con todo el pecado original entre las piernas” y afirma su condición de creadora original de la vida:
NO HUBO entonces ni costilla, ni manzana.
Hubo un brillante charquito de sangre oscura
de mujer recién nacida.
… y de ellas venimos todas y todos, finalmente. Eva, que también es Prometeo, portadora de la luz frente a la penumbra heredada:
EVA, con su oscurísima piel
transparente de siglos,
nunca fue desterrada
de ningún paraíso miserable.
Eva, con su oscurísima
piel transparente de siglos,
encontró la llama oculta
que ilumina los infiernos
y la mordió hasta incendiarse entera.
.
Eva sigue ardiendo.
.
No hay dios que al apague.
Este arranque desde la mitología cristiana de El discurso del barro cambia el terreno de juego y redefine las relaciones de poder. Sin embargo, el poder no cambia de orientación a pura voluntad. El conflicto toma forma, confronta rencor y amor en la segunda parte del libro, “El barro de Eva”. Hay un poema aquí, PALABRA DE EVA, que apalabra esta tensión expresamente : “No habrá padre nuestro / que no merezca castigo. No habrá padre nuestro / que no merezca amor.” Porque el amor rabioso, sensual y prácticamente caníbal, atraviesa la segunda parte . En ese barro se formulan las contradicciones y se viven con la ferocidad propia del hambre:
Le pedí a Dios
la receta del pan y del vino.
Desmenuzó mi carne, escupió mi sangre
y os gritó al oído:
.
“Tomad y comed todos de ella”.
La parte final de El discurso del barro, lo componen cuatro plegarias rezadas a esa Madre, diosa blanca, virgen, Afrodita, Astarté, Estrella de la mañana, Isthar. Fertilidad, fecundidad, vida y naturaleza que está en la raíz de tantas religiones: una bienaventuranza, un ángelus, una oración a la M(m)adre, que se entona como un credo y cierra el libro un salmo, con un ritmo cercano a las invocaciones tan paganas, por cierto, que el rosario católico recoge.
He dicho ritmo y se me ha venido a la cabeza que esa es una de las características formales que más me ha llamado la atención en El discurso del barro, la rítmica presentación de las imágenes y el propio ritmo verbal, tan reseñable en tiempos de poesía átona e intercambiable. Creo que va haber que seguir escuchando atentamente, porque la poesía verdadera siempre resuena, aún leída en silencio, en las paredes de nuestro cráneo, a Bea Aragón.
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