Lo primero que quisiera resaltar de este poemario, Ruido o luz, es su generación como obra colectiva o, si se prefiere, de autor colectivo. En efecto, se trata de la particular conjunción creativa de Ernesto Suárez, Daniel Bellón y Carlos Bruno. Tres poetas que portan, a sus espaldas, una trayectoria específica y que se han vinculado en varias ocasiones para realizar proyectos como el de Catonera Island, la revista La casa transparente o las ediciones de La calle de la costa. Lo interesante es, pues, que hayan decidido abolir su autoría individual para favorecer una creatividad del hallazgo común. En nuestras sociedades del hiperindividualismo -donde la conciencia narcisista ha sustituido a la conciencia política, para decirlo con palabras del filósofo Gilles Lipovetsky-, en las que la nutrición del ego está a la orden del día, una obra colectiva trabada a ratos por la amistad, las alianzas fortuitas o premeditadas, implica una crítica y un rescate. El de la idea del arte como fenómeno compartido.
Así arranca el texto que Daniel Bernal Suárez, poeta y una de las voces críticas más agudas de las islas, dedicó a Ruido o Luz la semana pasada en la sección de cultura de Diario de Avisos, “El perseguidor”. No queda otra que darle gracias sinceras a Daniel.
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